lunes, septiembre 24, 2007

De Puerto Real a Medina en bici

Hola gentes,

La semana pasada me dieron el domingo libre, y con la perspectiva de hacer algo chulo ese finde con mi hermano y con Jose no se la armé a mi jefe como un jubilado en un McDonalds, como mi caracter-encabronado actual nos tiene acostumbrado.

Durante toda la semana tanteé a mi hermano Carlos para que se moviese un poco y tal, pero ya el sábado la cosa pintaba mal: Jose tenía que hacer no sé qué ese día y mi hermano quería hacer una rutilla por el Río San Pedro con el niño; todo dependía de que yo arreglase MI bici, que es una infame bola de óxido que se está pudriendo en el patio desde que me fui a Alemania. Pensando sobre ello mientras escuchaba a mi hermano, vi todo el tiempo y paciencia que debería de ponerle a mi bici para echarla a andar, y como sabía que en cualquier momento él podría reclamar SU bici, le llamé maricón y le colgué. Hala, lo haría solo.

Así que el domingo me levanté a las 10am, le di una capa engrasante de teflón a las partes móviles de la bici, le tomé-prestada (robé) la cámara digital a mi padre y me largué con ella, media botella de agua, un paquetillo de galletas y un par de folios donde tenía impresa la ruta.

Desde casa me dirigí al hospital universitario, y paralelo a él empieza la ruta entre los pinos de Miramundo, un sitio genial sea verano, invierno, con frío, con calor o lloviendo. Da igual, es brutal.



Mi intención era ir rápido para disfrutar de la bici por cañadas, estoy familiarizado con ella por ciudad pero no la había metido (casi) en carriles. La bici respondía, mis pulmones por entonces también, así que pasé volando hasta La Encrucijada del Flamenco, donde paré para hacer una foto de la cartelería.

  • Pincha para ampliar


  • El recorrido por kilometraje.


  • Seguí al sur y enlacé con la carretera a La Chacona; de ahí dirección al Marquesado y yendo paralelo a la carretera me interné en una cañada, la Cañada de San Fernando a Medina. El corredor está "bien" indicado, así que no tuve muchos problemas de orientación. Además, me cruzaba intermitentemente con otros bicicleteros que me hacían ver que la ruta que seguía era la indicada. Es curioso, el único que iba vestido cutre-salchichero era yo (pantalón corto militar, camiseta de los Motörhead negra); ellos iban vestidos con el uniforme de profesionales, sus gafitas pastilleras, casco, bicis de ciento y pico talegos la más perra... pero bueno, parece que hay una costumbre tácita de saludar a todo bicicletero con el que te cruzas, y éstos lo hacen con un /Juou/! cuando van deprisa, un /jé/! cuando van en grupo y un /Jola/! cuando van lentos. Curiosos animales.

    Pensé que al vadear los arroyos Zurraque y Salado podría encontrarme con algo de riesgo, aquí cayó el ciento y la madre de agua el jueves pasado (tormenta eléctrica incluida), por lo que creí que aún quedaría algo... pero no, sólo había charcales y barros, pero tan pocos que no me llené las cejas como era mi intención.

    Seguí por lo poco de carril que la lluvia había dejado sin arrastrar a su paso hasta que el camino se normalizó. Por aquí la zona era de una bella soledad... es lo que pone en la guía del recorrido, pero a mí me pareció un erial de mierda, nada más que polvo, matorrales de los que salían pájaros perdices y conejos a los que habría matado por el mero hecho de obtener placer viéndolos retorcerse de dolor como lo hacía yo en las cuestas. No sé por ahí por el resto de España, pero aquí usan escombros para acondicionar el firme de los carriles. Los escombros están compuestos de piedras, trozos de cemento y sobre todo de azulejos rotos, una bendición para las ruedas y para todo aquel que tenga la fortuna de caer de coco y evitar así más sufrimiento.

    ...Ay... qué bien lo he pasado! Sigo contando xDDD

    Llegué a la Parte Chunga 1.

    tras vadear el Zurraque varias veces, seguir el recorrido y pasar de largo un cruce, me encuentro una montaña blanca a la derecha del camino. Como pasé rápìdo no me percaté de qué era. Seguí y empecé a ver rastros de esa misma materia por el suelo del camino, blanca como la nieve. Empecé una serie de bajadas y apreté para coger toda la velocidad e inercia posibles, y vi lo difícil que era dominar la rueda delantera al atravesar los bancos de la sustancia. La rueda delantera se hundía en ellas, se paraba como si quedase atrapada en arena y la bici me culeaba. Vino una bajada más pronunciada y yendo yo tó follao, saltando en el aire, aterricé en una montaña de esas, perdí el control y tuve que parar como pude, manteniendo las ruedas paralelas y con los dos frenos apretados. En ese momento reparé en que habría sido buena idea tener casco, así seguramente habría evitado el sudor frío que me bajó por la nuca cuando bajaba esa cuesta y creía que iba a salir por los aires.

    Paré como dije, cogí la sustancia entre los dedos y vi que era cal. Parece ser que echan cal al corredor para evitar que crezca nada sobre él, pero el que lo hizo de forma tan basta también aró los bordes del camino, convirtiendo la pista en (Elige: o bajas la pendiente por rocas sueltas ooooooó metes las ruedas en cal ) una putada.

    En un punto de la calera esa, el camino ascendía hasta el Cerro del Gorrión. Las ruedas patinaban sobre la cal, la marcha más corta hacía que la rueda trasera no tomase fuerza de agarre, y una más larga hacía que la delantera se encabritase y no tocase el suelo. La cal se pegó a mis zapatos, toda la mitad inferior de la bici y por todo el sistema de cambios, piñones y platos, apegotonándose allí donde encontró algún rastro de lubricante. Solución: a patita y a empujar la bici cuesta arriba.

    Subí la cuesta, se me cruzó un tío en todoterreno y me preguntó que si por ahí se iba a Chiclana; le dije que yo pasaría de ir a Chiclana por ese camino, que no metería el coche ni loco, así que el tío me hizo caso y se volvió, levantando la cal del suelo y dejando mis pulmones más abrasados de lo que ya estaban.

    ...Luego recordé la encrucijada de caminos... sí, quizás el camino para Chiclana estaba tres kilómetros tras de mí... bah, le follen -pensé. Si el camino se jodía demasiado para él, se cagaría en mis castas y paso, que coja una carretera normal como hacen todos, y dejen los carriles para los demás.

    Subí la pendiente de cal y llegué al Cerro del Gorrión, parecía que todo ya se ponía en orden y ya sólo quedaba seguir sin muchos desniveles hasta los pies de Medina.

  • Sobre el cerro, visión al fondo de Medina.


  • A partir de aquí las cuestas suaves se suceden y el camino es más firme... está más forrado de escombros si cabe (no olvidemos los azulejos); pero bueno, se pasa sin mayores complicaciones. El paisaje es de pasar a través de la era, así que, a pleno sol y a mediodía el paraje es el de marte con tractores, bueyes y lentiscos. En ese tramo pasé volando una cuesta abajo y cruzando la calzada vi a un conejo, luego otro más, dos pájaros perdiz y de buenas a primeras salieron corriendo cuatro hurones en la misma dirección que los conejos. He estado mirando fotos en el Google de hurones domésticos y parece que los caseros los hacen mariquitas pa que no lo destruyan todo. Los cuatro miembros del grupo que vi medían más de un metro cada uno, les echaría unos 50 cm. de cuerpo + la cola. Eran pardos y tenían la cabeza más grande que mi puño (lo que no es difícil).

    Me crucé con otros ciclistas y me saludaron con un /Bon Jour/. Llegué a la rotonda de Medina y vadeé el "pestilente arroyo" del que hablan en la crónica, y aunque era repulsivo de ver no me pareció demasiado pestilente.

    Llegué a la Venta El Carbón, casa fundada en 1.804. Me eché dos quintos de cerveza, encendí un cigarro y llamé a casa para decir que no iría a almorzar. Desde la venta, lo que me quedaba era la subida a Medina, una joputada de cuesta que tendrían que poner por los lados del camino presas como las de los rocódromos. Me maldije por haberme fumado ese cigarro en la venta, y analizando, notaba que nada más salir de la venta las cervezas fresquitas se me habían evaporado por la cabeza. La subida fue penosa, la hice empujando la bici y parándome donde hubiese sombra. Estaba más quemao que los chistes de gangosos.

    Por la subida iba cogiendo moras y me las metía compulsivamente en la boca. Llegué (al fin) a donde empezaba la calle, me monté en la bici e hice tremendos esfuerzos para no cagarme en las castas de los meinatos en voz alta. Todas las calles con cuestas, y debía seguir subiendo para llegar al castillo.

    Llegué a la plaza del ayuntamiento y la ciudad bullía de guiris. Era domingo y las terracitas estaban que no cabía nadie más. Grupos de alemanes dando vueltas con los guías, guiris por todas las calles mirando los nombres de las calles... vamos, todo el mundo almorzando ahí de guay. Seguí mi camino cuesta arriba y le pregunté a un amable cateto si esas rocas que había a unos 200 metros sobre mí era el castillo. Respondió afirmativamente, y que la mejor manera de llegar era por una escalera que me ahorraría un buen tramo. Le hice caso y vi la escalera... cogí la bici, me paré enmedio y me quedé ajaigao ahí enmedio de ella. Seguí subiendo al rato y viendo que el camino seguía ascendiendo me quedé en la Iglesia de Nuestra Señora de La Paz.



    Miré la bici y comprobé lo apegotonada que estaba la cal en sus partes móviles.



    Y bien, cuando me cansé de estar ahí parado, sin poder ver la bahía de Cádiz porque la calima impedía la visión de la lejanía, cogí la bici y me deslicé calles abajo hacia la venta. Ahí también eché de menos el casco, hice la bajada en minuto y medio, y puedo decir que superando los 60km/h con creces... acojonante pero altamente reparador.

    Para ya enmendarme, me colé otra vez en la venta, me eché dos Aquarius naranja y una tapa de venao, y empecé palique con una pareja mayor de Chiclana que se sentó junto a mí en la barra del bar. Me invitaron a un Aquarius, la chica del bar llenó mi botella de agua y me fui a la calle. El agua era para la bici, la gasté casi toda en intentar desprender la cal de la cadena, pero no fue buena idea porque se apelmazó aún más.

    (¿Aún seguís leyendo? Los hay masocas)

    Parte Chunga 2.

    Vuelta al carril, apretando con las mínimas cuestas que tenía a favor, temiendo llegar otra vez a la zona de la cal, intentando recordar si el desvío a Chiclana era anterior a esa zona para poder ir al Cortijo del Guerra y llegar a Miramundo por otro camino... empecé a ver los bancos de cal en una bajada cuando de repente salen los hurones a dos metros corriendo delante de mi; yo iba más rápido y el más despistado casi se mete entre mis ruedas y le doy su último viaje. Se quitó del camino y seguí aprovechando la inercia, subí una pequeña cuesta y al bajarla llegué al punto más bajo y la rueda delantera sonó PAM! (1 sec) PAM!. Me bajé y vi que la rueda delantera me había reventado por culpa (supongo) de unos azulejos. -Perfecto, aquí enmedio de la zona de la cal, en las horas de calor y cuando nadie más va a salir con la bici de casa-. Aún mantenía algo de aire, así que le di toda la caña posible para continuar la marcha. Puse más atención a las bajadas, ya que con la rueda delantera pinchada la dirección se va a la mierda, la llanta sufre con cada golpe y la cubierta hay que ponerla paralela a ella para que no la rebane.

    Con paciencia seguí mi camino. Pasé la zona esa, empecé a ver la bahía de Cádiz y las grúas de los Astilleros a lo lejos y aunque inquietaba verlos demasiado lejos y a mi izquierda sabía que iba por buen camino.

    Llegué al Marquesado, ya me quedaba poco para estar en el hospital. Seguí hacia la Chacona, entré en el carril y empezó el pinar de Miramundo.



    Eran ya las 18:30h, había salido de casa a las 11:00h. Llegué al hospital y recordé aquella vez que volvía con mi hermano, Rafa y dos amigos más de Alcalá a pie... aquella madrugada, reventados, viendo estrellas fugaces sobre el campo, cantando el Thriller de Michael Jackson... y aunque estaba sólo a dos o tres kilómetros de mi casa me metí en la venta en la que paramos, compré una Fanta y me puse en la terraza recordando el momento en el que llegamos al hospital aquella vez, viendo esta otra manera tan penosa de llegar y disfrutando del momento con la Fanta, un cigarrito y acariciándole la cabeza a un gato que rondaba por allí.

    El lunes, más tranquilamente, hice balance del estado de la bici. Tras limpiarla y cepillarla con estropajo, la rueda delantera la he cambiado por la de la otra bici; parece ser que la rueda trasera está cambemba, y aunque aún tengo que comprobar ese percance, el freno trasero lo tengo quitado porque rozaba demasiado (mala señal). También parece que un rodamiento del engranaje de los pedales está roto o hay algo ahí que jode el giro; posiblemente lo que sea se ha colado por donde perdí un tapón de plástico.

    Pero bueno, la cuidaré porque es mi medio de transporte y aunque podría estar mejor de salud, aún tiene que poder aguantarme al menos quinientos kilómetros más.


    Comentarios:
    enlazando de un lado a otro, apareció tu página. Me has animado a hacer la ruta. Un punto tu crónica
     
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